Como chica joven que soy, pertenezco a ese alto porcentaje
de personas que los fines de semana salen a beberse el agua de los floreros, y
de cuando en cuando, me gusta adquirir algún que otro trofeo de caza. Porque
seamos realistas, no salimos a bailar, la gran mayoría salimos de caza. A esta
problemática, se le añade un plus de dificultad, y es el alto número de
especies en extinción que hay.
Y es que con tanta diversidad
de pensamientos y estilos es muy fácil que la gilipollez también se reparta, no
a partes iguales, entre personas. Claro está, que con la tasa de alcohol 4
veces superior a la permitida para conducir un turismo, eso no lo llegamos a
pensar. Aún así me considero muy exquisita a la hora de elegir pretendiente,
por lo menos es lo que a mí me parece, aunque el domingo me arrepienta de ello.
Dicho esto, nos situamos en el espacio tiempo,
aproximadamente un sábado a las 5 de la mañana, en un sitio abarrotado de gente
borracha, y servidora no es menos. Voy a por una cerveza, y de camino a la
barra, oteando el horizonte, veo una barba, y más abajo una camisa de
estampados hawaianos. Víctima localizada. Y es cuando mi faceta seductora se
pone en marcha de forma secuencial:
1- Acercamiento: una vez que hemos localizado a la presa,
hay que rondarla sutilmente y dejarle claro que estás ahí.
2- Establecer contacto visual: una vez que la presa nos ha
visto, lo siguiente que hay que hacer es establecer contacto visual. Primero,
ambas miradas deben cruzarse una vez, y es en este momento en el que tu ojo
avizor se pone en marcha para saber si va a haber una segunda mirada. Si crees
que no, desaparece de ahí. Segundo, cuando ya sepas que caminas sobre puente
seguro, mírale a los ojos, y con la mirada entornada (cosa que no será muy difícil
debido al último chupito de tequila que te acabas de meter entre pecho y
espalda) mándale un claro mensaje de que quieres ver su cara entre tus piernas.
Cuando este punto se haya repetido las suficientes veces, es hora de atacar.
3- Ataque: cuidado con esta parte, porque es la más delicada
de toda la operación. Un paso en falso, y todo nuestro trabajo se habrá ido a
la ruina, quedando condenados a compartir cama con el Dr. Oetker. También cabe
destacar que esta parte del plan es totalmente libre, así que yo comentaré la
receta tal y como a mí me funciona, por lo que no garantizo que a todo el mundo
le vaya a ir bien. Así pues, y retomando con lo planeado, nos acercamos a la
presa, procurando que no nos pierda de vista, y recurriremos a establecer
comunicación. Primero sonreiremos muy levemente, y seguidamente intentaremos
vocalizar correctamente dos tipos de frases, o referidas a la belleza con un “Uy,
que guapo eres, ¿no?” o referidas a su ropa “Uy, que camisa tan bonita, ¿no?”.
Como puede observarse las dos frases son similares en estructura y contexto, pero
hay que destacar que el cerebro a esas horas tampoco da para más.
Establecida la comunicación sólo hay que esperar que la campanita del horno salte y nos avise de que, efectivamente, podemos usar el horno.
Establecida la comunicación sólo hay que esperar que la campanita del horno salte y nos avise de que, efectivamente, podemos usar el horno.
Caliente el horno y con la presa cazada, la comida de boca
pone punto y final a un largo y arduo proceso de caza. Ahora solo queda
disfrutar.
Pasado todo esto, se hacen las 6 de la mañana. Llamo a un
taxi dirección a mi casa, voy demasiado borracha para andar, pero no para
follar.
Subimos a mi casa y antes de llegar a la habitación ya he perdido casi toda la ropa menos las bragas. Me empuja a la cama, me quita lo último que llevaba encima, y con suaves besos por todo mi cuerpo, empieza a bajar lentamente.
Subimos a mi casa y antes de llegar a la habitación ya he perdido casi toda la ropa menos las bragas. Me empuja a la cama, me quita lo último que llevaba encima, y con suaves besos por todo mi cuerpo, empieza a bajar lentamente.
Noto su aliento cálido entre mis piernas, y siento como se
excita al ver que estoy húmeda, bastante húmeda. Desliza sus dedos hacía mi
interior y gimo, muy fuerte. Más de lo que esperaba hacerlo. Entonces acerca su
lengua a mi clítoris, y empieza a lamer muy lentamente, de arriba abajo, mientras
mete y saca su dedo corazón de mí.
Mi cuerpo se retuerce de placer entre espasmos y reflejos
involuntarios. El corazón me va a mil y de repente se detiene, me mira, sonríe,
y vuelve a posar su lengua sobre mi clítoris, pero esta vez lo hace mucho más rápido,
y no mete uno, sino dos dedos, el índice y el corazón, y los mete hasta el
fondo, lo que hace que yo cada vez gima más rápido y más fuerte.
Se viene arriba y sigue lamiéndome cada vez más rápido y
embistiéndome con su mano cada vez más fuerte. Y entonces lo siento, esa señal
que te dice que se acerca la sensación más maravillosa del mundo. El hormigueo
en mi clítoris se acentúa y se hace cada vez más fuerte, y él lo nota, y se
centra en ello cada vez.
De repente llega, el hormigueo que recorre toda mi vagina, y
pasa a los pies, que me los deja curvados, y de ahí por toda la espalda, que se
retuerce hacía dentro. El vello se me pone de punta, y grito, muy fuerte. Noto
como la sangre me fluye más rápido, como todos y cada uno de los problemas que
tengo se esfuman y se convierten en la sensación más maravillosa del mundo. La
sensación de correrse.
Me quedo en la cama disfrutando de la sensación que la
oxcitocina ha dejado por todo mi cuerpo y esperando a que venga. Pero de
repente se pone su camisa de estampado, los pantalones, me da un beso en la
boca, y se despide.
Rara vez pido comida a domicilio, pero esta vez ha valido la
pena.
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