miércoles, 13 de julio de 2011

El lado sexual de los Festivales Musicales de Verano.

Recientemente he estado en un pequeño festival en la localidad de L' Hospitalet de L'Infant, en Tarragona. A simple vista, la primera imagen que roza vuestras pervertidas y morbosas cabezas sea la de relaciones sexuales salvajes, ajenas a todo tipo de amor y erotismo. Relaciones echas por y para disfrutar del lado más oscuro de cualquier cama. Y en efecto, así es.
¿Quién dijo amor, cuando pudo decir sexo?

Por increíble que parezca, aquel jueves por la tarde sólo pensaba en música, y en nada relacionado con el sexo. Un buen vodka con lima y ¡Dios!, seis largas horas de conciertos. Me enfundé mis pantalones playeros, las zapatillas más cómodas, y al escenario. (Delante, claro).
Cuando todo iba viento en popa, allí me lo encontré claramente. Era el hombre con el que había soñado día sí, día también. Ese tipo de persona con la que cruzas una mirada, una mirada para recordar cada día antes de dormir, y probablemente para bajar lentamente la mano debajo de las sabanas y empezar a tocar esas húmedas braguitas.
Como en aquella situación, no tenía sábanas y empezar a tocarme allí sería un poco escandaloso, procuré no darle mucha importancia al hecho de que una persona me mirase durante casi hora y media que tocaba. Y las horas que le seguían al concierto y a la noche.
Esta seguía y de repente, mi príncipe azul (como lo quise llamar para darle más resonancia) apareció entre la multitud. Pantalones ajustados, cinturón visible, camiseta ciertamente ceñida, y grrrr, mi ingrediente favorito, gafas.
Por muy ridículo y fetichista que parezca, por lo general me gustan más los hombres con gafas y barba, siempre me parece que debajo de las gafas puede haber otro "príncipe azul" esperándome. O quizá no. Quizá aparezca una rana. Pero este no es capítulo para explayarse.
Total, que ahí estaba yo, bailando e ingiriendo grandes y notorias dosis de alcohol, conociendo gente, y en general lo que mejor sabe hacer una mujer cuando va un poco ebria y está de fiesta, gorronear copas y cigarros. Y cual Apolo 13, la chispa y la pasión de las miradas entrecruzadas salieron disparadas.
No todos los días se te acercan con un vasito azul con vodka y zumo de naranja. (Dios, debéis de pensar que estoy loca y obsesionada con el vodka, y en parte sí. ¿Hay algo mejor que beber?)
A veces las palabras sobran, como aquella noche, y tras su ofrecimiento, lo único que pude decir fue un "Gracias" tan leve, que mi príncipe se me acercó para oírlo y acabó besándome la mejilla mientras susurraba un "te voy a dejar con las ganas".
Claramente, yo nunca me quedo con las ganas. Así que lo único que puedo aclarar es que su mano fue directamente a mi cintura, mientras sus labios y los míos chocaban eróticamente y se decían el uno al otro, "te voy a comer".


No es lo más erótico del mundo, pero eh! un taxi es un taxi!
-A esta dirección, por favor.
-Bien - pensé - no me va a violar en cualquier cuchitril.
Supongo que si fuera taxista en esa situación, no podría evitar tocarme, pero tras pensar eso, mientras mi príncipe me dejaba su sello real en el cuello visualicé las dos manos del taxista. Perfecto. No se estaba tocando.
Podría notar perfectamente un bulto, que claramente no tenía forma de BlackBerry (detalle que observé que mi príncipe tenía) ni de llaves. Eso me excitaba más, sobretodo si pensaba en la finísima tela de mis pantalones de cuadros. Mi camiseta decía "Eh! Quítame de aquí!" y bueno, no os quiero comentar que diría mi ropa interior. Hay niños delante.
Finalizado el trayecto tan porrrrnográfico que protagonizamos en el taxi, nos colamos en la que sería su habitación, y tiene gracia hacer allanamiento de morada en tu propia habitación de hotel por el balcón. A parte de morbo. Entramos, se cierran las cortinas. No hay luz. No hay sonido. Y de repente, vuelvo a la realidad y me veo en ropa interior retozando encima del que sería mi príncipe azul que, a esas alturas era ya más bien el polvo de mi vida.
Tras recobrar el sentido después de haber llegado a esa conclusión, me debato entre la vida y la muerte del gusto que me da notar una lengua húmeda rozando mis pezones, bajando suaaaavemente por mi ombligo y notando un cálido aliento encima de mis braguitas, que claramente fuera de temporada, tenían unos Papas Noeles muy graciosos. Y es en esos momentos en los que un hombre te levanta las piernas y te lleva la pelvis contra la suya, y ahí está, ese tipo de cosas por las que gente como Indiana Jones sobrevuela selvas y escapa de cuevas. ¡Dios Santo! ¿En serio? ¿Alguien ha visto esto? Dios, ¿donde me he dejado mi kit para moldes?
Claro, supongo que si fuera chico y oyera eso, se me escaparía una sonrisilla y me llenaría de orgullo y satisfacción. Pero no, mi príncipe azul, o bueno Polvo de mi vida, simplemente me dijo un Shhhh! y me calló metiéndome la lengua hasta la campanilla mientras unos enormes dedos masajeaban mi clítoris hasta el punto de retorcerme de tal modo que llegué a pensar que el Yoga no tendría secretos para mí.
Una vez contenta y concienciada con un "esto va en serio" me tocaba ponerme en acción, y literalmente darle la vuelta a la tortilla. Una vez encima, y con las manos en la cabeza, pude palpar tranquilamente aquel monumento de la madre naturaleza y mientras bajaba la mano por esos típicos calzoncillos sueltos y anchos que tanto me ponen, iba dejando mi marca personal, esa que dura una semana justa y que es de color rosadito. Bueno, la dejé varias veces.
Por lo demás, mi mano, sola, como su supiera lo que tenía que hacer, tocaba su miembro de arriba a abajo y palpaba eróticamente ese par de...
Claramente, cuando un chico te coge de los hombros y te dice "espera" y oyes un cajón, una cajita y un condón (que rima tan bonita) estás a punto de vivir esas experiencias que hacen que te enorgullezcas de ser mujer.
Seguidamente me situé encima y lentamente fui bajando muuuuy poquito a poco mi pelvis, subiendo de vez en cuando y volviendo a bajar. Oir los gemidos de un hombre así, no tiene precio. Cuando ambos gemidos se mezclan y notas unas manos que te masajean las tetas, dices "Dios mío, estoy llegando".
Entonces, otra voz erótica, suave y masculina te dice, "sí, yo también. ¿Cambiamos de postura? No quiero que te canses"
(¿Alguna de mis amigas ha pagado por esto?)
Y mientras el hombre con la espalda más parecida a un lienzo renacentista que has visto, te enviste con su pelvis mientras te retuerces de placer, mientras te pone el dedo en la boca tan eróticamente como puede, y seguidamente te coge y te vuelve a poner encima de él...
Oh Dios! Estoy llegando, estoy llegando!
Buf!
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.
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*Sonido de mechero*
-¿Pero te vas ya?
-Claro! Mis padres estarán preocupados.













domingo, 12 de junio de 2011

El agua es a las flores lo que el sexo a las mujeres.

Si mezclamos un poquito de erotismo, sensualidad y pasión, obtendremos una mezcla explosiva.
Si a eso se le añade un poquito de sorpresa y surrealismo, obtendremos noches como la pasada.
Por lo general no me gusta que un desconocido me pague una Guinnes negra, pero esa noche fue la excepción que cumple la regla. Hasta aquí todo bien, hasta que llega una parte de la noche en la que se oye "¿Y si nos vamos a mi casa?".
Frases como esas las he oído decenas de veces, y es una frase insinuante y sexy, muuuuy sexy. Sin embargo, mientras respondía que vale con una sonrisa picaresca y unos dientes apretando mi labio inferior, me replanteé por un instante como quedaría mi imagen, mi autoestima, mi dignidad y mi blog. Seguidamente mandé todo eso a tomar por culo y de que me quise dar cuenta estaba en frente de un espejo que no era el de mi casa, y que al lado contaba con un bonito toallero con dos carpas decorando cada extremo de este. Cuando vuelves a parpadear, te ves en la puerta de una habitación mientras te desabrochas lentamente esos vaqueritos pitillo que te acabas de comprar y te quedan como un guante.
Se apaga la luz y las manos, que no se andan con chiquitas, empiezan cual colono llegado a tierras "vírgenes" a indagar y a investigar en lo más profundo, creándose así un clima (con mi palabra favorita) erótico-festivo.
Y en muchos casos, como en este, la realidad supera a la ficción. La supera en ese momento en el que piernas, brazos y otros miembros se mezclan en un aparente baile ritual que, si uno es consciente de ello, es perfectamente visualizable como algo bello, teatral.
A pesar de todo, las primeras veces sin ensayos es lo que tienen, que hay que tirar de improvisación. Y así hice yo, como el "niño melón", como el cómico al que se le ha olvidado el guión, como al cantante que se la olvidado la letra. La improvisación llevo al espectáculo que no fue un taquillazo, pero sí un gran ¿estreno?. No sabría definirlo.

Ahora bien...pensáis que la historia termina aquí...?





lunes, 4 de abril de 2011

Cambiar de acera... I

Últimamente, y aunque parezca extraño, dispongo de demasiado tiempo para pensar, y entre los grandes bosques de mi mente, he llegado a una extraña zona donde se me ha aparecido la idea del sexo con mujeres. No sé exactamente como definirlo, ni tampoco sé cómo lo definiríais vosotros, el caso es que a parte de mis escasas, y alguna que otra, placentera experiencia, en estos casos - supongo que como en muchos otros - la fantasía se apodera de mi cabeza, dejándome en una especie de estado aparentemente vegetal, pero que oculta la cara más "cerdaca" de una mujer.

El sexo (y concíbase como sexo todo aquello que sean caricias, besos, o incluso el mismo acto sexual) entre mujeres es un tema delicado, muy delicado, y que hay que saber bien cómo y qué se dice.

Bien, mentiría si dijera que no es otro mundo aparte, un mundo en el que dos mujeres, en todo su esplendor y belleza, dejan caer a sus cuerpos en todo tipo de juegos y vueltas, ya bien en una cama o en cualquier otro sitio, dando lugar a un maravilloso espectáculo.

Por lo general, el sexo lésbico, y lo digo por vosotros, suele ir mas allá de meterse todo tipo de formas fálicas. El sexo lésbico se llega a concebir a un entendimiento por ambas partes, nunca ser uno solo fue tan sencillo. Las mujeres sabemos como y donde nos debemos tocar para llegar al clímax. Es fácil, la clave, como en todo, relajarse, tener seguridad, y si hay algún que otro chupito, mejor.

Comencemos por el principio, que es en la mayoría de casos, el mismo. Dejadas atrás las tensiones y cómo romper el hielo, se pasa a lo que vienen a ser siendo besos lentos e intensos, acompañados de manos que sigilosamente recorren cuello, barbilla, hombros, omoplatos…

De una cosa se pasa a otra, y debajo de los omoplatos, vienen los pechos. Sí, esa parte que, en mi opinión, es el motor de arranque de cualquier mujer. Como cada persona es un mundo, y una mujer en la cama multiplica esa frase por ocho, debemos experimentar, primero con roces suaves por la zona erógena de los pezones, y seguidamente, intentar agarrar los pechos desde abajo, y con mucho cuidado, subirlos, levantarlos y repetir hasta que sea necesario, o sea, en tooooda la operación.

Así, despacio pero sin prisa, nos imaginamos mas o menos las primeras reacciones que irán calentando en mayor o menos medida el horno (y nunca mejor dicho).

[Continuará…]

martes, 22 de marzo de 2011

Ultimas noticias (que ya era hora)

Cambio de sábanas, señores... O por lo menos, quito las antiguas...Y no por decisión propia, pero la vida es así. Y en estos casos, que son de todo menos sexuales, si algún lector se siente así, permitame que le recomiende "Más Sexo y Menos Nueva York" y "Amor, Sexo y Contradicciones" de Catherine Townsend