lunes, 4 de abril de 2011

Cambiar de acera... I

Últimamente, y aunque parezca extraño, dispongo de demasiado tiempo para pensar, y entre los grandes bosques de mi mente, he llegado a una extraña zona donde se me ha aparecido la idea del sexo con mujeres. No sé exactamente como definirlo, ni tampoco sé cómo lo definiríais vosotros, el caso es que a parte de mis escasas, y alguna que otra, placentera experiencia, en estos casos - supongo que como en muchos otros - la fantasía se apodera de mi cabeza, dejándome en una especie de estado aparentemente vegetal, pero que oculta la cara más "cerdaca" de una mujer.

El sexo (y concíbase como sexo todo aquello que sean caricias, besos, o incluso el mismo acto sexual) entre mujeres es un tema delicado, muy delicado, y que hay que saber bien cómo y qué se dice.

Bien, mentiría si dijera que no es otro mundo aparte, un mundo en el que dos mujeres, en todo su esplendor y belleza, dejan caer a sus cuerpos en todo tipo de juegos y vueltas, ya bien en una cama o en cualquier otro sitio, dando lugar a un maravilloso espectáculo.

Por lo general, el sexo lésbico, y lo digo por vosotros, suele ir mas allá de meterse todo tipo de formas fálicas. El sexo lésbico se llega a concebir a un entendimiento por ambas partes, nunca ser uno solo fue tan sencillo. Las mujeres sabemos como y donde nos debemos tocar para llegar al clímax. Es fácil, la clave, como en todo, relajarse, tener seguridad, y si hay algún que otro chupito, mejor.

Comencemos por el principio, que es en la mayoría de casos, el mismo. Dejadas atrás las tensiones y cómo romper el hielo, se pasa a lo que vienen a ser siendo besos lentos e intensos, acompañados de manos que sigilosamente recorren cuello, barbilla, hombros, omoplatos…

De una cosa se pasa a otra, y debajo de los omoplatos, vienen los pechos. Sí, esa parte que, en mi opinión, es el motor de arranque de cualquier mujer. Como cada persona es un mundo, y una mujer en la cama multiplica esa frase por ocho, debemos experimentar, primero con roces suaves por la zona erógena de los pezones, y seguidamente, intentar agarrar los pechos desde abajo, y con mucho cuidado, subirlos, levantarlos y repetir hasta que sea necesario, o sea, en tooooda la operación.

Así, despacio pero sin prisa, nos imaginamos mas o menos las primeras reacciones que irán calentando en mayor o menos medida el horno (y nunca mejor dicho).

[Continuará…]