domingo, 14 de abril de 2013

Desconocidos y baños públicos.

Hacía tiempo que no escribía nada, pero no por eso la actividad de mis sábanas ha cesado. Una de las historias que sin duda les contaré a mis hijas cuando tengan cierta edad será la que viví la feria de 2012.
No es que sea una de esas mujeres que se lanzan al agua cargadas de seguridad y autoconfianza pensando y sabiendo que son capaces de follarse a cualquiera.
No soy así...hasta que bebo. Imagino que como al resto de los mortales, o por lo menos a la mayoría, cuando me pongo pedo me pongo cachondona. ¿Qué es cachondona? pensaréis. Cachondona es... es como una especie de término que designaría cualquier estado de embriaguez en el que, literalmente, te follarías cualquier cosa con pene y barba.
Bien, pues eso me pasó esa noche, y afortunadamente me crucé de frente con alguien con barba. Estaba claro, ya sabía lo que quería. Lo primero que le dije fue "Ponme una cerveza" y acto seguido le pregunté, literalmente "Que hace un bombón como tú detrás de la barra? Dios! Tendrías que estar fuera para que te pudiera tirar los trastos".
Ahí comenzó mi parte favorita de cualquier juego. Esa parte en la que dos personas se miran y desean follarse mutuamente encima de cualquier superficie.

Después de 3 cervezas más, un mojito y 2 chupitos de tequila estaba preparada para hacerlo. Así que me acerqué, le pedí otra cerveza y le dije que iría al baño y que esperaría unos 2 minutos para que decidiese venir a follarme. Si no venía, lo aceptaría, me resignaría y lo dejaría en paz.
Obviamente cuando es una misma la que se comporta como un zorrón con unos Gucci en los pies y una lista de buenorros debajo de la cama, pues hay una parte del cerebro que te dice por lo bajini el ridículo que probablemente estás haciendo y que con toda seguridad mañana recordarías con las manos en la cabeza. Sin embargo, ahí se quedó la cosa. Me fuí al baño, me miré al espejo y hice lo que cualquier mujer con dos dedos de frente haría en mi situación. Pintarse los labios.
Pero poco me duraría el pintalabios. Lo justo para salir por la puerta del baño y sonreir. Después de sonreir y de que me quise dar cuenta estaba contra una pared notando el rabo que  llevaba esperando notar desde hacía unas horas.

El desenfreno que se vive en unos baños públicos sí es cierto que te puede hacer sentir una zorra, pero ¿a quien le importa ser una zorra cuando se lo está comiendo un bombón que está faltando al trabajo sólo por estar ahí?

Y era justo ahí donde estábamos ambos, sintiéndonos mutuamente. Abandonándoos espiritualmente para estar ahí a disposición de la carne, la lujuria y el placer.
Subió hacía a mi, me cogió la mano y la metió por dentro de sus pantalones. Noté como respiraba cada vez más fuerte. Cada movimiento que hacía siempre iba acompañado de sus gemidos. Gemidos que tuve que apagar con mi dedo en su boca y con un "Fóllame ya".
Como si de un súbdito se hubiese tratado, mis deseos fueron ordenes. Me cogió la cara, me besó y me metió las manos en las bragas. Seguidamente se rió y me dio la vuelta.
Con las palmas de las manos apoyadas en los azulejos típicos de un baño y las bragas por los tobillos, noté como me cogía la cintura y como sin espera alguna me la metió.
Fue rápido y salvaje. No como esos chicos que se esperan a metertela poco a poco. Era adrenalínico sentir todas y cada una de sus embestidas contra mi. Me ponía todo. Me ponía sentirlo contra mí. Me ponía cuando me cogía del pelo, cuando me metía el dedo índice en la boca y cuando acariciaba mi clítoris de una manera muy salvaje.

Es ese tipo de sexo que recuerdas con canciones como Elephant (Tame Impala) o Doom and Gloom de los Rolling. Es ese tipo de sexo que te gustaría tener por lo menos una vez a la semana. Es ese tipo de sexo que practicas con un desconocido en unos baños públicos mientras te preguntas en qué cara vas a poner al salir.

Mientras pensaba ese tipo de cosas, mi amante improvisado seguía penetrándome salvajemente hasta que pude notar "el cosquilleo". Me arañó la espalda y empezó a gemir y a moverse más rápidamente, por lo que supuse que el también estaba a punto de acabar. Y al final, un ultimo gemido acompañado de un apretón de mis caderas.

Se separó, me subí las bragas y se fue. Yo tardé un poco más por esa estúpida idea que algunas tenemos de "si no salimos juntos aquí nadie sospecharía nada". Pero mis coloretes y mi sonrisa de recién follada me delataban.

Cuando salí volvía a estar ahí, sirviendo cervezas y gin tonics, y yo con la satisfacción personal de haberme follado a un bombón que para mí era y es alguien completamente desconocido. Con esa satisfacción que te hace elevar la cara unos centímetros de más, y con esos colores en los mofletes en los que se puede leer "Me han dado, pero bien..."


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